PRIMERA COLUMNA DE OPINIÓN
Por Nelson Soto
Martínez
Director Nacional
Asociación de Funcionarios ASOFUMI
Qué ha pasado con nuestro Ministerio en estos años extraños?, ¿cuál ha sido la trayectoria de las prometidas transformaciones?, ¿cómo fuimos parte o no parte de la nueva institucionalidad?; nuevas formas diseñadas por otros, definitivamente ajenos, peligrosamente nuevos, al punto que fueron los arquitectos novatos de “grandes edificios”; obras de ingeniería presentadas a la opinión pública como obras terminadas, que a lo más estaban en la etapa del anteproyecto: simples y vistosos bosquejos de un edificio sin planos de especialidades, sin programa, sin cubicaciones; en fin, edificios construidos en papel.
De este modo,
se creó nuestro Ministerio sin orgánica, con 2 Divisiones de
Administración, como corolario del
despropósito organizacional. Surgieron las Divisiones y Departamentos de hecho
y con ellos, las jefaturas de confianza: decuriones y asesores con sueldos reguleques. El Ministerio creció bajo el
signo del empleo flexible y precario, cercenando a
contramano la carrera funcionaria y el acceso a empleos estables. Al tiempo, se
echó a andar la
Asignación Social , luego el Ingreso Ético Familiar (IEF), la Nueva Ficha Social ,
los programas apéndices, resurgidos de las costillas de otros programas.
Esta obra de iluminatis expresa en efecto un
desarrollo inorgánico, porque a la fecha seguimos preguntándonos por ese Decreto
con Fuerza de Ley (DFL), que como otros actos administrativos, brilla por su
ausencia.
Asimismo, las
transformaciones de nuevo cuño tienen también expresiones concretas. Todos
sabemos lo que ha pasado en cada una de nuestra Secretarías Regionales, los desequilibrios en las remuneraciones entre
los unos y los otros, las
contrataciones injustificadas de personal sin perfil o al menos con perfiles
dudosos para la función, alguno de ellos, amigos o familiares de autoridades públicas; reproduciendo la práctica de los “recomendados”, aquella que esta
administración juró cambiar y combatir en pro de una probidad que pregonaba
como verdad revelada.
Se
multiplicaron en este período los despropósitos. Cómo no recordar, entre los más
recientes, la CASEN y el Recetario de la Ignominia, cómo no
volver a alzar la voz por los despedidos a lo largo de estos años, o el envío a
los cuarteles de invierno para otros, negando su experiencia, apostando por la
puerilidad de algunos mandos medios y su impudicia a la hora de entender la función pública, así
como la relación con lo privado.
Llegan rumores
de contrataciones indebidas, que al menos y por sus grotescos procedimientos,
habrían merecido instrucción de sumario. Sabemos de la desprolijidad en la
entrega de donaciones que por ser hechas para la prensa y la foto del
minuto, significaron repartir
equipamiento computacional como quien reparte Chocman. Se cuenta que
todavía, al cabo de dos años, buscan entre los municipios equipamiento
mal asignado y pequeños municipios esperan por las promesas incumplidas.
Pero ha habido
más, una impronta en el estilo, cierta arrogancia, que se mueve entre el
paternalismo y el autoritarismo, la prerrogativa del genio creador, la misión
fundacional de hacer todo de nuevo, porque hasta que estos preclaros no bajaron de sus directorios y gerencias generales, todo
estaba mal hecho. Esta misma impronta es la que sanciona públicamente el
supuesto mal uso que las personas y familias hacen de las prestaciones sociales
y se instala el relato del abuso que algunos “infieles” hacen del Estado
subsidiario. A ellas, se les pone en la falsa disyuntiva: lo que tú te llevas
se lo quitas a otro auténtico beneficiario de la política social. Nada se dice
en ese discurso pontificador de lo que
se llevan unos pocos en desmedro de millones de chilenos.
No
obstante, esta lógica sancionadora se morigera, se transforma en nuevo trato,
exportando del mundo privado sus modelos de
atención de público para ser aplicados a los ciudadanos, y proliferan los Call Center, como si los beneficiarios
de un sistema de protección social fueran clientes de grandes tiendas.
Qué duda cabe
que el Ministerio de Planificación debía cambiar, mejorar, reorganizarse, que
sus programas e instrumentos debían redefinirse para un país que estaba y está en
constantes y profundos cambios. Por ello queríamos participar, aportar con un granito de arena y cuando
hicimos propuestas, cuando exigimos espacios, participación legitima,
propositiva, incluso obligando al Ministro
para que nos recibiera; nos inventaron mesas de trabajo, comisiones inconducentes, reuniones de a ratitos, que volvían a instalar la vieja estrategia de la dilación.
Cara a cara, whatsap
a whatsap, twitter a twitter, el estupor temprano de estos descubrimientos va
mutando en rabia, descontento; desafección de la misión y visión cautiva en estos años. Y las preguntas vuelven: ¿qué
ha pasado con nuestro Ministerio?, ¿hacia qué objetivo u objetivos nos conducen
sus derroteros?; no tengo la pretensión de contestar. Como muchos, la mayoría,
estoy lleno de preguntas sin respuestas. Un día creímos que era posible
construir las respuestas de frente a la gente y participativamente, al poco
andar nos dieron con la puerta en la
cara.
Al menos es
tiempo de decir las cosas por su nombre: ¡el
chupe de repollo produce indigestión!
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